¡EL NIÑO QUE SE QUEDA EN EL LLANTO!

Dr. Fernando Ruiz-Esquide E.
Pediatra

Con alguna frecuencia los atribulados padres acuden al pediatra porque el niño se queda en el llanto, queriendo significar con esta frase, cargada de ansiedad, que el lactante,  luego de un sollozo inicial, bruscamente deja de respirar hasta volverse morado, poner la mirada perdida y, ocasionalmente, presentar unas sacudidas musculares.

Se trata de una apnea, indudablemente. Como habitualmente el gatillante del episodio es una frustración o enojo del nene lo que desencadenó el vagido con detención de la respiración, se le llama apnea emotiva, para diferenciarla de las apneas obstructivas de los niños con hipertrofia adenoidea o la de los obesos que roncan o la catastrófica apnea del sueño que se presenta en la muerte súbita.

Lo característico de la apnea emotiva, también llamada espasmo del sollozo,  es que se presenta siempre cuando el lactantito entre 6 y 18 meses está despierto y sufre una frustración.  Es decir existe un factor externo que lo disgustó y desencadena esta espiración que se detiene y se acompaña de palidez y luego de coloración amoratada de los labios.  A veces el lactante pierde el conocimiento en un síncope fugaz. Rarísima vez el cuadro se prolonga y la falta de oxigenación termina con una convulsión.

El episodio dura unos 20 segundos que a los padres les parece una eternidad.  Si el desencadenante fue un tropezón o el apriete de los dedos en un cajón, probablemente se trate de un evento único.  Si, en cambio,  las apneas se repiten frente a estímulos de poca relevancia y cada vez son más frecuentes,  hay que fijarse en los antecedentes familiares y hacer algunos estudios clínicos.  Estos estudios son pocos, porque casi siempre entregan resultados ambiguos, cuando no contradictorios.

Yo suelo hacer el diagnóstico con una cuidadosa anamnesis en la que pregunto si un hermano o pariente infantil presenta lo mismo. También trato de precisar si el factor gatillante es meramente una frustración o algo que produce dolor o angustia explicable en el chico, como podría ser la inoculación de una vacuna, la toma de exámenes de sangre o algún procedimiento clínico. También me fijo si hay anomalías del macizo craneofacial y en niños mayorcitos si existe un episodio de risa prolongada como antecedente. En este último caso el juicio ya está formado  y no precisaría de exámenes clínicos engorrosos; se trata de una simple disfunción vagal, fácil de tratar con medicamentos simples y seguros.

Es necesario hacer todos los esfuerzos posibles para contribuir a disipar la angustia de los padres, consolándolos con el no despreciable argumento de que los espasmos desaparecerán solos y paulatinamente hacia el año y medio de edad. Asimismo, hay que revisar junto a ellos distintos aspectos de la dinámica familiar, insistiéndoles en bajarle el perfil a estos episodios, como ignorando, aparentemente,  la importancia que le damos al asunto.

Estimo que los exámenes clínicos que se necesitan son pocos, ya que pertenezco a la escuela que coincide con la idea de que no existe ninguna evidencia científica seria que relacione la apnea emotiva con la apnea del sueño que sí tiene que ver con el síndrome de muerte súbita. Obviamente, antes de suscribir esta afirmación a los padres, hay que estar completamente seguros de que lo que hijito tiene son meros espasmos del sollozo.

Según los datos que arroje la anamnesis hay que solicitar uno o más de los siguientes exámenes: electroencefalograma, electrocardiograma, radiografía de adenoides y hematocrito.

El tratamiento está mucho más cerca del manejo psicológico que del farmacológico. Sin embargo, es útil referirse a la emergencia, a la crisis que ordinariamente la atribulada madre la experimenta solita con su bebé.

La madre debe apurarse y hacer lo siguiente en la circunstancia señalada:
Retirar de la boca del niño cualquier objeto, como el chupete o alimentos.
Colocar al chico de costado  sobre una superficie dura, por ejemplo en una mesa
Evitar maniobras de reanimación hasta que la madre no haya contado previamente veinte, a este compás: y uno…y dos… y tres…y cuatro…/// /// y veinte.  Lo más probable es que el niño se recupere antes de los veinte segundos.
Dejarlo dormir si luego del episodio el niño recupera el color rosado de los labios.
Asegurarse de que el episodio no termine en sacudidas musculares, en cuyo caso debe trasladar al chico a un Servicio de Urgencia Pediátrico.

Para prevenir nuevas crisis y si luego de un acucioso examen clínico se llega a la conclusión que la actividad vago tónica es importante,  se puede indicar algún fármaco anticolinérgico puro, de preparación magistral, ya que la industria farmacéutica establecida no tiene un producto así,  sin otras combinaciones y en la concentración adecuada.