UN EMBARAZO CONSCIENTE

El cansancio parece doblegarte. Sin embargo, la naturaleza te brinda una  fuerza tremenda para cuidar a la nueva criatura cuando llora, cuando hay que quitarle el hipo o acunarla hasta entradas horas de la noche.  Desaparece el sueño, no hay dolor. Sólo existen deseo de amar y cuidar a la bebé. Con su papito compartimos todo y ahora el amor es aún más grande. ¡ Los amo mis vidas ! Mi hija tiene más de 1 mes de vida. Ya se observan cambios importantes en el desarrollo.

Estoy feliz.  Ahora les contaré la historia de los 9 y más meses previos.  Espero que la disfruten.

En febrero de 2009, junto con vivir nuestra unión religiosa, decidimos con mi esposo Julio “descuidarnos” y empezarnos a prepararnos para recibir un nuevo miembro en la familia… Al mes siguiente fuimos donde un ginecólogo para conversar sobre la planificación familiar y examinar que todo estuviera en orden con nuestros cuerpos para ser padres, y así fue, sanitos, gracias a Dios…

Sin embargo, pasaba el tiempo y nuestra angelita no  era concebida, ¿por qué? Si bien las mamás no esperamos embarazarnos apenas se dejan las pastillas, me di cuenta como a los 5 meses que podría haber algún problema. Vivía en una constante preocupación por la situación económica, creyendo que no había lo suficiente para 3 (cosa que no era cierta), queriendo controlar la situación al 100% y confiando poco en… nada, o sea, desconfiando de la provisión Divina, desconfiando de la marraqueta que traen los bebés bajo el brazo, creyendo que con lo que ganaba mi esposo no alcanzaría, en fin, desconfiando de todo… Con ello no permitía que lo mejor de la vida fluyera en mí libremente y permitiera que se asentara en mi un nuevo ser… afortunadamente me dí cuenta de que no estaba bien. El tema, que en ese momento se manifestaba como preocupaciones económicas era en verdad el reflejo de un afán nocivo de querer controlarlo todo. Creo que asumirlo fue el 1er paso realmente valioso que di hacia una maternidad profunda y consiente: entender que algo en mí no andaba bien y buscar ayuda para solucionar el problema, fue una sabia decisión, basada en el amor.

Así fue como me contacté con mi colega amiga Soledad, que además es Coach en Programación Neuro Lingüística (PNL) y le solicité que me guiara en un tratamiento para descubrir qué pasaba conmigo. Ya con la primera sesión pude diferenciar y reconocer mis “trancas”, que si bien no implican traumas mayores, de todos modos estaban coartando mi expresión tanto física, como mental y espiritualmente y, por ello, tarde o temprano, significarían una barrera para mí en mi afán de ser una buena madre… “Primero, ser un sol… para irradiar luz a los demás”, esa es una meta, que quiere decir en términos simples, que el mayor bien que podemos hacer a los que nos rodean, es asegurarnos de estar bien nosotros primero, y “ser bien”… sanos de verdad. Claramente no alcancé la perfección ni mucho menos, pero por lo menos inicié con mayor firmeza el camino del cambio, de la auto sanación y del luchar por ser mejor cada día. El primer paso de un largo caminar.

En septiembre, en una tarde asoleada y tranquila, de libertad académica y laboral tanto para mí como para Julio, lo miré y le dije: “Si quieres ser Papito, hoy es el día”. Pasaron las semanas y llegaron las Fiestas Patrias, nos fuimos a nuestro tan esperado viaje al Sur, a compartir con los amigos de Fresia y Puerto Varas, a comer unos buenos asados, bailar unas cuecas y tomar abundante chicha de manzana, entre otros… pero por ahí por el 19 en la tardecita noté que algo raro había en mí y preferí moderarme por si acaso. El lunes, volviendo a Santiago, partimos a la farmacia y compramos uno de aquellos test y ¡oh! ¡Se venía Pazita! Nuestros corazones se llenaron de felicidad desde el 1er momento; luego fuimos al Doctor a confirmar la noticia, ¡ nuestra bebé venía en camino !

A los tres meses de embarazo, el ginecólogo me dio permiso para volver a practicar algún tipo de actividad física acorde a mi nuevo estado. La verdad es que nada opacaba mi felicidad, pero sí fue bastante complejo para mí el exceso de sueño, náuseas y los demás cambios que se iniciaron en mi cuerpo, después de tener un ritmo de actividad de 18 o más horas diarias, haciendo muchas cosas cada día, ver mis capacidades reducirse progresivamente hasta un tercio o menos, fue bastante caótico, pero gracias a la PNL por lo menos ya era capaz de aceptar el flujo de la vida nueva y no pretendía ya ser “super mujer”, sólo quería ser “mamá” (¡que no es menor!). Y para mejorar aún más mi nueva situación llamé a otra amiga, Pame, instructora de Yoga y Pilates, y empezamos con las clases 2 veces por semana porque, claro, “mente sana en cuerpo sano”… No sólo debía procurar que mi crecimiento fuese mental y espiritual, también debía asegurar, para mí y mi bebé, una buena alimentación, buena respiración y un cuerpo entrenado para los cambios de la maternidad. Aunque yo manejaba algunos ejercicios de antemano por mi profesión, siempre es bueno que alguien la guíe en su entrenamiento, y esta profesora lo hizo excelente, además que concluía cada clase con un masajito en mi cuello y me relajaba, ¡ qué rico !

También me gustaba mucho ir a la piscina en el verano y, como el esfuerzo no era mucho (hay que evitar ejercicios forzados y fatiga), aprovechaba de bañarme y nadar casi a diario. Siempre he sido “de agua” y por eso mismo, cuando supe del “parto en el agua” me llamó mucho la atención. En eso estaba meditando cuando, en enero, con más o menos 5 meses de embarazo, un día fui a otra piscina, que no tenía las mismas condiciones que la de siempre… esta era más honda, parejamente profunda… debí hacer más esfuerzo y eso no fue bueno. A la noche de ese mismo día no logré percibir con claridad los movimientos de mi bebé y me aterré. Llamé a mi ginecólogo de ese tiempo y su respuesta fue cortante y desinteresada “acude a un Servicio de Urgencia” y nada más. Recordé que en una ocasión anterior me había asustado por una indigestión y su indicación fue la misma. Gracias a Dios, en ambos casos, todo fue una “falsa alarma” y mi bebé estaba muy bien; sin embargo, ya no confiaba en mi doctor después de eso…

Entonces decidí cambiar de ginecólogo, quería estar en manos de un equipo que realmente me diera certezas humanas y no sólo técnicas, pues si bien el antiguo médico era “técnicamente” muy bueno, no me hacía sentir acogida ni contenida y, como mamá primeriza, realmente lo necesitaba. Así fue que, sumando mi amor al agua y mi necesidad de contención, me dirigí al siempre amigo Doctor Fernando y él me recomendó a la Señora Sarita Silva, matrona, y al Doctor Héctor Cruzatt, ginecólogo, equipo pionero en lo que es “parto en el agua” en Chile y además, y lo más importante, un par de personas muy profesionales, preocupados y amorosos al máximo. De ese modo, sumándose ellos y el Doctor Fernando, quedó completo el equipo que me ayudaría a recibir a mi bebita.

En todo el proceso de embarazo me acompañó mi esposo Julio siempre, más que mal, no era que yo estuviera embarazada, sino que estábamos “embarazados” los dos, los dos esperábamos por igual a la bebé, así que no hubo examen, control o charla a la que él no asistiera… mi dulce papito. También mis padres, hermanos y los de él, más algunos amigos de ambos, fueron pilares fundamentales al vivir el proceso. E incluso el fantasma económico se suavizó con el paso de los meses y las cosas empezaron a salir mejor, terremoto incluido… ¿o será que cambió mi percepción de las cosas? Ahora que lo escribo y leo, me suena más lo segundo, porque objetivamente a nadie le hizo bien el remezón… Igual, gracias a Dios no nos tocó mayor problema, así que logramos mantener nuestra mente y corazón en alto todo el tiempo, y con fe. También el libro de Deepak Chopra, “Un Comienzo Mágico” (Guía holística para el embarazo y el nacimiento) fue de gran aporte en mi embarazo consiente.

Los meses post terremoto nos afectaron, qué duda cabe. Debimos reinventarnos internamente y renovar nuestras creencias y objetivos primordiales. Con mi bebé adentro, el proceso fue un poco más violento de lo referido por otras personas, pero fue maravilloso y llegó a buen fin, ya que en definitiva nos fortaleció aún más. El último trimestre: marzo, abril y parte de mayo, fui cerrando todo tema externo hasta enfocarme 100% en mi embarazo. Las últimas semanas sólo me dediqué a preparar lo que faltaba de las cosas de mi bebé, leer, hacer ejercicios de relajación, descansar y regalonear al máximo. Es tan lindo preparar su ropita, ¡yo que odiaba lavar y planchar! (ahora hasta me gusta)

Y llegamos a término… en la semana 38 de embarazo, ya estaba todo listo para el parto en el agua, todo conversado y preparado, sólo restaba esperar el último tramo. Un par de días después empezaron las contracciones y fueron aumentando de intensidad como era de esperar; el sábado 15 de mayo incluso llegamos a la clínica por el aumento de las mismas, pero algo no se coordinaba bien: yo no me dilataba nada y mi bebé no se encajaba; el lunes seguía igual… mi matrona monitorizaba que mi guagüita estuviera bien, y como era así, seguíamos tranquilas esperando. El martes ya era mucho, así que me vio el Doc. también, y todo seguía igual: fuertes contracciones, nada de dilatación, la bebé bien. Me mandó a mi casa y a esperar, al menos una semana más.

Recuerdo que ese día volvimos a casa con una mezcla de cansancio, ansiedad y algo así como desilusión… así que me acosté a descansar y luego a dormir… a esperar francamente que las cosas transcurrieran con normalidad, que fuera lo que Dios quisiera en cuanto al modo y día de nacer, pero que ¡ por favor ! Pacita naciera sana y sin sufrir. A las 6:30 de la mañana siguiente rompí fuentes, inmediatamente mi esposo llamó a mi matrona Sra. Sarita, ella arregló todo casi sin que me diera cuenta, estábamos de acuerdo de antemano (ya habíamos conversado sobre un “plan b”) en que lo importante era el bienestar de la bebé. A las 13:10 horas del día miércoles 19 de mayo de 2010 nació Paz Constanza, por cesárea… Pesó 3.250 grs. y midió 49,5 cm., tuvo un apgar de 9 – 10, completamente sana y sin dolor, salió al mundo… Fue el momento más feliz de mi vida.

Creo que Dios sabe siempre lo que es bueno para nosotros. Pacita venía con un cordón umbilical muy cortito y por eso no pudo descender por el canal de parto y las cosas se dieron así como ya les conté. El sueño del parto en el agua sigue en pie, para otra ocasión, de todos modos el mayor anhelo se cumplió: ¡ mi bebita nació 100% bien ! Ya no me preocupó, que las cosas no salieran “según lo planificado”. Ya sé que no es importante que la vida sea el reflejo exacto de lo que queremos, ahora aprendí finalmente a disfrutar a concho de los momentos como vengan, a valorar lo realmente importante y no perderse en detalles que luego, con el paso del tiempo, nos damos cuenta que no valen… al fin entendí, cuando tuve a mi hija en mis brazos y nos miramos por primera vez. Comprendí lo más valioso de la vida; la vida misma y el amor que nos tenemos…