ALERGIA E INTOLERANCIA A LA LECHE DE VACA

La alergia a la leche de vaca es una reacción exagerada del sistema inmunitario del lactante frente a una o varias de las proteínas de la leche bovina, que le producen muchas molestias como el llanto que no se puede detener con ningún calmante. En otras oportunidades el niño tiene una intolerancia al azúcar de la leche, la sacarosa. En este caso no hay alergia, sino que las molestias digestivas son el resultado de la falta de una enzima en el intestino infantil, la lactasa.

Si bien los síntomas de la alergia a la proteína y la intolerancia a la lactosa pueden confundirse porque en ambas el niño es terriblemente llorón, regurgita, vomita y tiene deposiciones líquidas, en la alergia los síntomas son más acentuados y se agregan otros como rinitis, obstrucción bronquial y dermatitis. En las molestias que sobrepasan lo digestivo, la leche no entra en contacto con la vía respiratoria ni la piel, se trata de lesiones atópicas, a distancia, que son mediadas por la Inmunoglobulina E que viaja por la sangre hasta los tejidos blanco.

La alergia y la intolerancia a la leche de vaca son muy frecuentes porque el alimento se introduce muy precozmente en la mayoría de los lactantes. Incluso, la alergia puede producirse en niños que ingieren sólo leche materna, porque los epítopos o fracciones proteicas que desencadenan el proceso pasan desde los productos lácteos que toma la madre hasta su glándula mamaria y de ahí al intestino infantil. Para mejorar estos casos, la madre debe abstenerse de consumir todo tipo de productos a base de leche bovina (desde una taza hasta un pastel que lleve leche en su preparación) durante 4 semanas. Si efectivamente se trata de esta alergia, poco a poco irá desapareciendo ese llanto incoercible del bebé que asusta y no deja dormir a padres y vecinos.
Como no existe un examen de laboratorio preciso ni cien por ciento confiable, el pediatra avezado logra asegurar que el lactante tiene la alergia o la intolerancia porque a la vuelta de algunas semanas de administrar una fórmula con su proteína modificada, el niño se tranquiliza y adquiere un sueño beatífico, desapareciendo de paso la dermatitis, la coriza y la bronquitis obstructiva. Para aquellos bebés que reaccionaban mal a la leche materna, el cuadro se apaga una vez que la madre deje de ingerir todo tipo de productos preparados con leche bovina.

Las fórmulas anti alérgicas son hidrolizados de leche de vaca. Son caras. Por ello han salido fórmulas bastante exitosas a base de arroz o soya, mucho más económicas. En algunos casos resulta exitoso alimentar al niño con leche de cabra, ya que cada vez es más fácil de encontrar el producto en el comercio.

La leche de cabra en la alimentación infantil ha sido usada desde hace milenios en los países de la cuenca mediterránea y en el medio oriente. Esta leche se caracteriza por tener una caseína diferente y menor concentración de lactosa que la leche de vaca, lo que permite que más de la mitad de estos bebés alérgicos puedan beneficiarse con este alimento natural y mucho más económico de los hidrolizados. En el comercio podemos encontrar Capricare, Dagoat y Leche de cabra en caja. Se prepara al 13%. Hay que recordar que la leche de cabra es más pobre que su homóloga bovina en hierro, ácido fólico y vitamina B12. Estos nutrientes hay que suplementarlos aparte, cuando el niño dobla el peso de nacimiento.

Cuando a estos niños alérgicos se les alimenta con una fórmula hidrolizada o con leches alternativas, hay que recordar el concepto de adquisición de tolerancia la leche de vaca, es decir cuándo podrá volver a ingerir leche bovina sin tener molestias. Este lapso de tiempo que puede demorar hasta un año, puede acortarse si el niño recibe lactobacilos protectores e, incluso, pequeñas dosis de yogur preparado con leche de cabra.